Tener miedo a la muerte,
no sólo a su presencia
sino a su osadía,
el descaro de mirarnos a la cara
sin permitirnos la defensa.
No te permite el disimulo
y quedan sin amparo
tus defectos y debilidades
al escrutinio ajeno.
Muestra con obsceno dominio
tus cajones desordenados,
las bragas en el cesto de la ropa sucia,
el polvo en los muebles, acumulado
el óxido y la humedad en las paredes
y, en el cabecero de la cama,
la mancha clandestina,
la vergüenza de quedar al descubierto
lo que con celo guardabas oculto.
Vendrán extraños a hurgar en tus cosas,
percibirán tus olores más íntimos
y, aunque ya no importen tales cuestiones,
cuestionarán tus costumbres
desaprobando con prejuicios
tus pequeñas razones.
Descubrirán tu cuerpo desnudo,
ese que cubres hoy con tanto empeño
y aquello que tus abandonos abriga
la abyecta perfección que la vida reclama.
Tener miedo a la muerte
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