Ellos creen que tienen la palabra

 Ellos creen que tienen la palabra,
pero no tienen la voz de la vida.
Ellos levantan fortalezas 
que caen dóciles 
al empuje del dedo índice 
del cosmos
Ellos buscan el poder,
se suben a pedestales,
no gritan pero penetran
en la sangre sus murmullos.
Ellos encienden el fuego
que dicen apagar,
pero nada pueden ante la fuente
que brota del mundo.
Un simple rayo incendia un alma.
Ellos cavan túneles para hacer
correr sus engaños,
esconder sus cadáveres,
cubriendo de brillo sus bajas intenciones.
Pero el suave vuelo de una pluma 
levanta tierra y los hunde
en su propio estiércol.
Ellos se creen dioses,
benévolos y sabios,
dueños del paraíso terrenal
que acotan con murallas
para que el desperdicio no entre.
Pero surcará en el cielo 
una blanca nube preñada, 
que parirá pequeñas gotas
que los ahogarán en su charco.
Hay un ojo que vigila más allá
de esas negras pupilas,
que mata a ciegas
y ellos serán mísera carne 
como la carne que ellos ultrajan.

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