No hay que darle tanta importancia
a la vida, solo la justa.
Los fuegos artificiales alumbran
un instante la oscuridad del cielo,
después está la noche
con sus pequeños puntos luminosos.
En su ancha y espesa negrura
alguna vez brilla intensa una blanca luna llena,
como una perla en la profundidad de un océano.
El miedo agazapado nos vigila
detrás de aquellas montañas,
se presiente y deja su vaho
dibujado en nubes grises
cubriendo el horizonte de brumas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario