Aquel cuerpo frágil, desnudo, salta

 Aquel cuerpo frágil, desnudo, salta
de un brinco a la vida y sin saber
aún que es la soledad,
la soledad le ignora.
Y a aquel cuerpo que aprende 
sus sílabas,
nada le importa su significado,
se rodea de mundo 
de circular horizonte 
y él es su centro.
Aquel cuerpo ya ve la palabra completa,
su ortografía inamovible,
su contexto y su vacío universo.
Empieza a recibir invitados,
unos llegan y se quedan y
muchos, una vez compartieron 
entremeses en la fiesta,
marcharon poco a poco.
Y aquel cuerpo se tornó rígido
por unas partes y blando por otras
y su territorio fue quedando en abandono.
Aquel cuerpo con dificultad 
ya no distinguía de distancia
y esa fue su suerte.
Sí que notaba más frío,
como si la densidad que lo llenaba
se hiciera más débil, tan transparente
que medio ciego y con frío 
penetrando en sus huesos,
se llenaban de ausencias
los días como las hojas de un árbol.
A aquel cuerpo tan ufano, tan alegre,
que jugaba con los rayos del sol
y disputaba sus fingidas batallas
contra el viento,
ahora le aúllan a los oídos 
sus terroríficas amenazas.
Aquel cuerpo medio cubierto de harapos
ya conoce bien aquel nombre.
Su rotunda D final
es una orden y defiende
que nunca pretendió engaño,
fueron las flores,
los cantos, las risas de un paisaje,
la primavera.
Aquel cuerpo se viste de cáscaras
secas
para calentar el alma desnuda.
Ella abrazada a otras, esperaba su derrota,
ella supo siempre que al unirse
esas letras perdería la compañía 
de todas las otras.
Como ramas de un árbol de otoño
iría perdiendo todas las otras.

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