Lastimero viento,
deja de molestar con tu pena.
¿Por qué pides posada
en este hogar?,
¿no ves que no eres bien recibido?
Oigo tu lamento insistente,
triste de desvalido animal.
¿A qué vienes llorando
tras mi puerta,
golpeando los cristales
de las ventanas?
No aceptas mi desprecio a tu llanto.
¡Deja ya de gemir
como una plañidera,
igual que un mendigo vagabundo!
Aquí en mi reino,
eres un intruso indeseable,
¡Vete a otros territorios!
Quiero el sosiego
y tú irritas mis oídos,
crispas mis nervios
con tu continuo reclamo.
Viento que hoy pides refugio,
¿has olvidado
cuando arrancaste con ira
las flores de mi jardín
impidiendo que nacieran sus frutos?
Maldito seas por siempre.
Ahora vienes a pedir perdón,
tú, que fuiste enemigo de mi calma,
objeto de mi dolorosa pérdida.
Solo te admitiré si te acercas
de forma benevolente,
suave como un suspiro,
cálido aliento, aliado del sol
de invierno
o brisa fresca
de las noches de verano.
¡Fuera!
Vuelve cuando estés
de verdad arrepentido.
Lastimero viento
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