Decaen las fuerzas,
pierden ímpetu los deseos ,
cede la voluntad
al peso de los años,
envejecemos.
Se hizo insípido
el sabor de las cosas
y nos envuelven fragancias
del ayer en el presente.
Es el reloj del tiempo eterno
que la vida divide en cuartos,
agota sus minutos
y las horas parecen rápidos
segundos que se escapan
de sus dedos de aguja.
Floreció la primavera,
mostró su lozanía,
alcanzó esplendor en el estío
y llegó el otoño de la mano
del invierno.
No habrá nuevas primaveras,
fuimos flores cortadas
puestas en un jarrón
con agua que no fue suficiente
para mantenerlas frescas y vivas.
Se secarán los pétalos,
perderán brillo y color,
hojas y tallos antes firmes y verdes
serán quebradiza armadura,
roída materia y podredumbre.
La muerte a mordiscos
devorará la belleza
y excretará sus desechos.
Somos jugosos frutos
donde anidan gusanos
y acaban tragados por a tierra.
Decaen las fuerzas
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