Somos una tesela irregular,
algo indefinible,
incompleta forma,
a la que, por justificarla
de algún modo,
llamamos identidad,
aunque sabemos que es un remedo.
Frente al espejo de la consciencia
y la mirada del otro,
una figura se va transformando
manteniendo el eje en equilibrio,
ajustando siempre una disonancia
para no sorprenderse ante un extraño.
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