Ya no sufro porque el tiempo se escape,
sino que me alegro
de sus segundos regalados
y miro hacia el horizonte
sin pedirle mayor sol
que el que nos cubre.
Aumentas aquello que reprimes,
así que busco el simple deleite,
sin apego ni hartazgo, lo justo.
Lloré la ausencia irremediable
y lamentaba cómo corren los días,
hasta que me planté en el camino,
bajo la sombra de un árbol.
Al arrullo de los trinos de aves,
tomé un respiro para pensar
y sentí aliviados cuerpo y espíritu.
Aprendo en este peregrinaje
a valorar desde la distancia
el borroso paisaje abandonado.
Ahora desde esta colina alcanzo a ver
algunos de aquellos trechos,
me reconforta haberlos cruzado
y confío que aún llevo agua fresca
para seguir la senda brumosa del mañana,
sin saber los pasos que quedan
ni conocer las posibles sorpresas por venir.
Saber que no se llega a ningún lugar,
sino que todo es recorrido.
No soy una ilusa y sé que el cuerpo
va más cansado a medida que avanza.
Aprendo a llevar lo imprescindible,
poco basta para vivir
y esas pertenencias son ligeras,
las transportan el corazón y la mirada.
Al abrigo del amor,
tener pan y techo
y llevar el alma en paz.
Ya no sufro porque el tiempo se escape
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario