Este espíritu vagabundo
acumula viejos enseres, inútiles
cáscaras de los frutos comidos.
Los días, aun repitiéndose
en su retahíla de semanas y años,
con imagen falsa de uniformidad,
se visten sin protocolo,
de oscuro o de color.
Y al quedar desnudo el cuerpo
ves el abismo de un hueco profundo
que traspasas de la mano y compañía
de una infinita soledad.
Entonces, por inercia, por cordura,
te asomas y lanzas tu voz,
por la simple necesidad
de ser devuelta por el eco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario