Fiel orden tiene el sueño,
camina derecho por una lúcida senda,
sin desconcierto,
por un territorio apocalíptico
en un tiempo sin medida.
Mientras los relojes avanzan,
se pierde el ser por laberintos.
No hay reglas ni modelos ,
sino símbolos.
Sigue con pasos etéreos
por el fluir de sus secuencias.
Sobrecogidos por miedos,
nadamos en un mar tempestuoso,
volamos por un cielo infinito.
La boca cerrada habla con palabras,
el manjar se saborea,
se escupe el sabor amargo,
se aceptan todos los perfiles romos
y aristas afiladas
con la misma convicción de lo inevitable.
Y responde el ánimo
a la emoción provocada.
Esa realidad que se muestra tan caótica
al diluirse la oscuridad en el alba,
cuando se descorren las cortinas
y aparece un sol naciente,
se desmorona, su figura se deshace.
Se abren los párpados,
se sacuden las pestañas
el polvo de la noche.
Fría queda la luz de la mesilla.
Y queda esta concubina desnuda,
cubierta por las sábanas,
a esperar en la penumbra su turno.
La frase que traíamos en la punta
de la lengua aún pegada a las babas,
rescatada del secreto universal ,
se expone ante el tribunal de la vigilia,
jura sobre la biblia su testimonio.
Mas, cuestionada por el fiscal,
velador de la ley de la auténtica existencia,
la acusa de vana, ridícula,
rayana a lo cómico,
sin coherencia ni validez,
incongruente, hueca.
Fiel orden tiene el sueño
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