Por qué el mundo borra
la sonrisa cándida
del rostro libre de tinieblas,
de alborozadas mejillas
con brillo de un sol naciente.
Quién dispara al pecho
de la ingenua mirada
y sin rastro de sangre
abre profundas heridas.
Ni el aullido de un perro
en la silenciosa noche
nos hizo temer el presagio.
Por sus secretas callejuelas
se escondían lascivos ojos,
letanía de lamentos
balbuceos de borrachos
y la embaucada pasión
se dejaba llevar
por la luz de plata
de una hermosa luna llena.
De los tiernos labios
brotaron blandas sílabas,
melodía de fuente
que el tiempo y el uso
hicieron rodar las palabras como piedras.
A cada paso se adherían
a las suelas de los zapatos
piedras y lodo
y las amplias aceras
ceñidas quedaron por altos y recios edificios
cegando la clara luz del horizonte.
La sonrisa se hizo mueca
y por la piel fueron anidando
voraces arañas,
con sus diminutas bocas
roían lento y tenaz
la carne blanda
hasta llegar a la médula
y poner a resguardo sus huevos.
Por qué el mundo borra
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