Se ha cerrado el cielo
con su negro candado de nubes
y desploma sobre la tierra
su liquida artillería.
Moja las calles y sobre las hojas
cuelgan bolitas brillantes,
temblorosas como tiritados cuerpos.
Péndulos de gotas transparentes
envuelven de belleza y ternura
los objetos y las plantas,
un mundo mágico de lucecitas.
Llueve, mientras el día cae
entre su húmeda claridad,
avanza la tarde sin sol,
eterna
y sin embargo efímera.
Entre gama de grises
acabará, en noche oscura.
Tarde de inquieta calma.
Tras los cristales,
merodea la fiera lluvia.
Tarde de lluvia
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