Quizá todo sea tan simple
como dejar caer agua
sobre nuestras cabezas,
el bautismo que borre
el pecado original,
los falsos miedos,
el código pervertido
de la razón,
su pulcro cuerpo sin costras.
Demasiado carga es esta mente,
repleta de lastre,
cuero cubierto de heridas,
cicatrices que nunca cierran
sembrando sombras sobre la piel.
Ah, agua que nos bendices,
límpianos de residuos,
muéstrese al desnudo la inocencia.
Habitemos entonces el paraíso.
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