Si hay un dios que escuche mi plegaria
a él le hablo,
con él me desahogo,
de él espero en este desesperar continúo.
Larga memoria retengo,
lo que haya que añadir
a mi destino por venir, vendrá.
Con menos color del recordado,
con más dolor y cansancio,
asomará la realidad.
Borrará parte de mi historia,
agigantará enanos
y menguará el pasado dolor.
Como niño en un siempre
comenzar a andar,
tendrá tropiezos y olvidos.
En la soledad profunda,
sombra perpetúa de nuestros pasos,
esa esencia sin rostro ni nombre
que habita lo eterno,
será madero en nuestra agonía
de náufrago,
nos salva a veces de la locura
del amargo trago que es el vivir.
Mentira piadosa o verdad absoluta,
terminamos buscando, no el dios mundano,
sino el del hombre que contiene
todo el infinito.
En su breve materia,
en su efímero trayecto
el ser, resultado de todo
lo recorrido y por andar
va de la mano de este gran desconocido,
para no caer.
Si hay un dios que escuche mi plegaria
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