El polvo vertido
hizo fango con el llanto,
un grito primigenio,
patético eco del desastre.
La rabia,
penúltimo peldaño de la fe,
mostró sus dientes
y con fuerza
lanzaba el gruñido del dolor.
En la fragua ardiente
forjó su escudo
como tala el hacha
el tronco herido
y con exquisita precisión
rasga las entrañas podridas.
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