Soy rey sin súbditos,
reina sin damas de cámara.
Soy habitante de un país
de exiliados.
Soy moribundo en
un continente en guerra
mientras los demás sobreviven
sobre un calmado océano.
Soy imperio caído y abandonado
después de un gran expolio
por el que aúlla el viento
y en el que penetra el frío
sus solitarios paisajes.
Soy calles desiertas
que recorren
los desperdicios de un mundo.
Soy hoja seca, polvo y lodo
que se acumulan
por todos los rincones.
Soy tiempo que devora a su paso
los pilares que sostenían este edificio,
demoliendo su estructura,
descoloridos carteles y nombres.
Soy soledad y tristeza que cubren
aquellos deseos y sueños
que ahora llevan a sus espaldas
el doloroso desamparo.
Soy decrépita bandera
de un combatiente vencido,
hecha jirones de muerte.
Tendidos sobre vallas y farolas
quedaron sus restos.
Soy pared con marcas de la lucha,
donde han quedado borradas
las consignas rebeldes.
Soy huellas de un sendero
que se llenó de malezas.
Soy olvido de la palabra esperanza
y del grito de desahogo.
Soy vasija llena de grietas
que el sol secó con rabia,
aquella decorada con flores
que un día saciaron mi apetito.
Soy ese charco escuálido
de agua estancada
con el que humedezco mis labios
haciendo un lazo frágil
con mis dedos.
Soy cuerpo hueco,
agujereada forma
con detalles desdibujados.
Soy aquel horizonte donde
se distrajo mi mirada
y hoy se descompone
en materia líquida.
Soy cada vez menos carne
y el alma adherida a mi piel
se desprende
igual que lámina de plástico
de un objeto barato.
Soy peso y cansancio,
que cae hacia un profundo precipicio.
Mi memoria olvida qué soy,
mis ojos confunden
la figura contenida
en un fondo indefinido,
blando como espuma,
que atrapa los guijarros
de lo que fue quizá una roca
No sé quién soy.
Sustancia orgánica o inerte.
Soy, si es que soy algo,
futura nada,
diluido átomo.
Soy
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