Hay días que ese universo

Hay días que ese universo
que soñamos en palabras,
reducido a nuestra corta vista,
generoso, nos ofrece un fluir
armonioso de sus horas
y el espíritu es más etéreo
que otros días.

Uno no entiende,
si nada cambió,
por qué el alma se siente
ligera como un pájaro,
tierna como una nube esponjosa,
más allá del horizonte ceñido,
ancha como un infinito cielo.

Uno se siente con fuerzas
para emprender ,
firmes los pasos.
todos los caminos,
Libre la alforja de miedos,
se llena de agua y pan
que son para la jornada
el alimento deseado.
El mundo no es ese territorio
hostil, lleno de peligros,
sino un campo inmenso
en estallido de fulgor
con amoroso abrazo.

Un fuego de colores sin artificio
y, al final, la paz que se hallaba
dentro de sus vanas ilusiones,
protegida en falso muro,
fue efímera llama,
tahúr que nos traiciona
aliándose con el enemigo.
Pronto, sin saber de dónde
nos viene el adversario
que creímos desarmado.
Ataca por sorpresa
y, aunque mantuvimos
la hoguera encendida
en la noche,
vuelve el caos a caer
sobre nuestras frágiles certezas.

Aquel espíritu vigoroso
que se erguía potente en la mañana,
es más frágil que el cuerpo
que ahora nos sostiene,
para que no se tambalee
el alma y persista.
Esperemos la tregua,
la retirada, el vuelco
de las urnas transparentes
de un reloj
que cambie su orden
y, en lugar de agónicos granos de arena,
deje caer polvo de oro.

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