Ser tus ojos en aquel instante
último
y comprender que luz cegadora
te atrapaba.
¿Qué buscaban entre tinieblas?
Agarrada a tu mano,
apretabas la mía.
Aferrado al único eslabón
que aún unía a la cadena.
Aquella mirada perdida
en un lejano horizonte,
¿era de éxtasis
o de angustia?
Perdido en el gozo o en el miedo
de unas brumas,
errabas por un camino
que nunca habías pisado.
El río que conduce a la muerte
dejó encallado en su ribera
este barco,
y sus aguas te arrastraban
a la nada,
disolviéndote en partículas eternas.
Quise entrar en tu mirada
para acompañarte
en esa soledad infinita,
despedirte mientras avanzabas,
inundado de fulgor,
hacia un país desconocido,
sin equipaje y sin regreso.
Esperabas en esa antesala,
aguardando la crucial partida,
imposible seguir tus pasos
en ese tránsito hacia el infinito.
Traspasaste el embarque
y ni siquiera tras un cristal
pude ver partir tu vuelo.
Fue aquella mirada apagándose,
llenada esa oscuridad
de apretado ocaso,
iba tras otro sol más inmenso.
Se cerraron los humanos límites,
dejando en sus espacios tu vacío.
Cedió la fuerza que apretaba
tu mano,
languidecieron todos los nervios,
dejó de palpitar el corazón,
quedó sobre aquel lecho
la cáscara desprendida
llevándose su fruto.
¿Qué querías decir
que tus palabras ya callaban?,
¿qué imagen intuías tras aquel velo?,
¿qué sonido reclamaba
tu presencia,
tal vez, la voz ancestral de nuestro ser?
¿Qué rechazo hacia el cuerpo
hueco que se abandona?
Sabemos que escapaste
cuando ella vino.
Aceptamos que cuando ella llegó
ya tú no eras.
Ser tus ojos en aquel instante último
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