Pelos


He visto marañas de pelos
vagabundear por las calles oscuras,
un cabello solitario precipitarse
por la ladera de un brazo
y caer muerto sobre la tierra.
He visto pelos encrespados
devorarse entre ellos.
He visto pelos enamorados,
engarzados en un fuerte nudo,
juntos resistirse,
a golpes de púas del cepillo.
Aferrados cuerpo a cuerpo,
locos de pasión,
ceñidos en un indisoluble abrazo,
prefirieron la muerte.

He visto pelos empeñados
en romper sus raíces
y volar libres con el viento
pero vi su vuelo frustrado,
levantar un palmo apenas
y caer al suelo rendidos.
Pelos con sueños rotos,
creían en su fortaleza
y fracasaron.
Algunos, tal vez, en su huida,
encontraron un lugar mejor
el oasis en otro desierto.
Abandonaron la casa,
sujetos a su corteza,
desheredados de su patria,
vagaban desnudos sin raíz
por el mundo.
Aquellos que aceptaban
su destino y permanecían,
miraban con envidia
a los desertores,
quedaban con la mirada
perdida hacia aquel prometedor horizonte.
Cuántos de los que marcharon,
perecieron en el camino,
cuántos vivieron en soledad de los otros
aunque por breve tiempo.

He visto grandes rebeliones de pelos,
agitadores subversivos, anárquicos.
Levantaban pancartas
pidiendo sus derechos:
“soltémonos de estas cadenas”,
“no tengo que sufrir
por apariencia”,
“no nací para ser abrigo
de ningún cráneo”,
“no somos tapaderas
de cabezas huecas”,
“no hay belleza en la esclavitud,
sólo sumisos esclavos”.
Arrasaron cabezas,
fueron cortados sus miembros
de cuajo,
y, desperdigados, dejaron rastros
por árboles,
Entre ramas hicieron nidos,
taponaron túneles, bajo puentes,
por sumideros sus cadáveres
volvían al mar, comidos por peces,
sumergidos entre corales,
entre olas regresaban a la arena de la playa.
En su huida arrasaron territorios,
llegaron hasta el espacio,
sembraron la alfombra
de los olvidos.
Muchos sucumbieron al lodo,
destrozados en el asfalto,
tirados por cunetas,
despreciados por el mundo,
ahogados en el barro,
cayeron en sus vertederos.
Sin hogar, solitarios,
sin amor de un espejo que reflejara
el color de su piel,
intrusos en otras almas
fugaces luces en un trayecto efímero.

Pelos mimados, cuidados por manos
expertas,
lucidas cabelleras de señoritas y galanes
de una estética de moda,
la gloria de un tiempo moderno
con reminiscencia de la pasada historia.
Con aromas de florales perfumes,
suaves cremas
para moldear y esculpir
sus talles, onduladas curvas
lacios plumajes.
Banal y mundano vivir,
dolidos por un superficial
problema:
“qué horror, qué pelos tengo hoy”,
“¡Oh, qué crimen ha hecho la humedad
conmigo!”
“Odio el sol que me quema
y de mi trigo verde y fresco
hace esparto áspero”.
“Mira ese, se peleó con el peine”,
“Qué envidia aquella melena”.

Ridículos y abundantes pelos
en seseras vacías.
Pelos superpuestos
como clavos en una madera.
Pelos absurdos, de colores absurdos
y existencialistas preocupaciones.
Pelos revolucionarios,
filosóficos, abandonados
a su soledad,
ascetas, sombríos,
hedonistas, vanidosos,
tántricos, disciplinados,
centrados en sí mismos.
Pelos que sueñan que están vivos
y nada más nacer, mueren.
Hoja seca que aguanta en el pedúnculo
que brotó del tallo,
nostálgica vida sin sentido ni razón,
hoja trágica suicida
al filo del abismo.

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