Navego cada noche

Navego cada noche
en una realidad paralela.
¿Qué rostro es el mío
entre tantas diversas máscaras?
Fui niño, hombre, mujer,
madre, hijo, uno en otro,
un extraño que divaga
entre simbólicas escenas.
Avanzo sin andar,
hablo sin palabras,
la distancia y el tiempo
no existen,
las formas se trastocan
y los colores, a veces,
desaparecen,
confunden en gris y sepia
día y noche.
El agua no moja
y mantiene su líquida estructura,
no quema el fuego
ni hay horizonte
entre cielo y tierra.
Viajo por un espacio
infinito y atemporal,
impreciso aunque perfila
con puñal afilado
las emociones intensas.
Desgarra las entrañas
un dolor insoportable,
me inunda un mar
de placer,
creo perfectos símbolos.
Cuando la consciencia despierta
trae a mi cuerpo y mente
a sus ajustadas líneas
y todo aquello se descuadra.
Son visiones esperpénticas
que han dejado un poso.
Después de ser bebidas,
percibo aún su aroma.
De allí salen otros sueños,
de allí aquellas voces
se vuelven palabras.
De allí, la realidad ajusta
absurdo con absurdo,
para agarrar, sin quemarse,
la cordura,
esta desquiciada cordura,
esta locura que creemos cuerda.

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