Quién, cuando sea vieja

 

Quién, cuando sea vieja, me quitará ese pelo duro que sale de mi lunar, ahora coqueto, que inspira tu romanticismo. Ese mismo que rehuyen los nietos, quienes, esquivando el beso, ante la insistencia de sus padres, protestan diciendo, es que la abuela pincha.

Quién se acercará a mi cama o sillón sin una mueca de desagrado por el olor a ropa vieja y humedad. Ese olor rancio y ácido de orines de un pañal no cambiado. Olor a piel añeja de sudores que no logran escapar por el desagüe de la ducha. Son las feromonas de la muerte en un cuerpo otrora con esencias florales, perfume fresco y natural que hacía apetecible el contacto.

Quién soportará las incomodidades de un colchón que antes cobijaba dos cuerpos ardientes y luego albergará los huesos doloridos e incómodos en posturas nunca apropiadas. Que se hunde con la pesada carga de lentos y costosos movimientos. Todo duele pasado el tiempo, el cuerpo y los recuerdos, los tristes, los felices, los perdidos. Los sueños interrumpidos por continuos despertares,  los que uno se obstina en mantener durante la vigilia.

Quién, dime, estará ahí cuando esto ocurra, cuando a la vida le quede escasa perspectiva, cuando desengañada espere quizá ya sola, la soledad eterna. Cansada de esta rutina de vida, arrastrada en esta inconsciencia inevitable que nos oculta la implacable verdad. La trayectoria del misil hacía su programado objetivo. No defiendo un hermoso cadáver, pero detesto un decrépito destino.

 

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