Gracias


Gracias por aliviar el cansancio
de mis torpes pies,
de enseñarme el olor a tierra,
los bellos colores y cantos de los pájaros,
dejarme ser la madre cuidadora
cuando de sus nidos se cayeron.
Gracias porque de tu mano
me llevaste al descanso sobre la duna
fresca bajo la sombra de un pino
y recoger de las flores las incautas alúas,
cautivas en latas agujereadas para ser
anzuelos de otras inocentes víctimas.
Gracias por el caballito de tus rodillas
en las mañanas de domingo
y tus bromas que hasta cierto punto
me incomodaban pero te definían.
Gracias por enseñarme las cosas
que guardabas para otro sexo,
por darme a conocer las delicias del campo,
el contacto con las plantas y animales,
hundir las manos en la tierra
que es como entrar en el útero del mundo.
Gracias por todo esto y por lo que no recuerdo
y por este tesoro olvido lo malo.
Gracias por las risas y tu cantar
frente al espejo cuando te afeitabas,
por las historias tremebundas
en las noches de tormenta,
las inventadas y reales,
que llenaban de fantasía mi cabeza,
leyendas que abrían la mágica puerta
donde se ocultaba un pasado,
la belleza del héroe, las tragedias
de aquellos que pasaron por la vida fugazmente.
Tú me las repetías, como una letanía,
para tratar de retener lo que el tiempo
con la soberbia diluye o aniquila.
Hoy vuelves a nuestros presentes
agarrado a los dedos de la memoria,
convertido en astro que ya recorre
el sendero cósmico.
 

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