El tiempo veloz


El tiempo es perro viejo,
sabe tanto de la vida
que todo lo admite y nada le sorprende.
Lleva muy bien los años,
cada día se viste de estreno,
sale a la calle aseado,
con ropa interior limpia,
pomposidad en sus movimientos,
dispuesto a comerse el mundo
de un sólo mordisco.

Al tiempo no le importa su pasado,
ni se preocupa por ningún futuro.
Vive intensamente el presente,
cortando hierbajos, arando la tierra,
atendiendo sus quehaceres diarios,
sentado en su trono.
El tiempo arrastra toda una eternidad,
y sigue su estela.
No le falta nada a quién todo tiene.
Él no lleva nunca prisas,
aunque no camina a paso estable.
Porque este orondo señor
de traje bien planchado,
aspecto serio, autoritario y tosco,
rígido en sus formas,
tiene también sus debilidades y caprichos,
sueños de cama donde no importan
normas ni cuestiones morales.

Como padre poderoso
tiene sus hijos preferidos,
a esos los agasaja con regalos,
mimos y atenciones
A los otros, como si fuesen bastardos,
los trata con desapego y desprecio,
reciben en herencia las peores tierras
y viven en penuria hasta morir de hambre.

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