Se fugó la lágrima

 Se fugó la lágrima,
resbaló por el cristal
de su ventana.
Va como alma en pena.
Desvelada del sueño,
la cabeza vertía
sobre la almohada su dolor.  
Cruzó la plaza a oscuras,
subió la suave cuesta,
giró en la esquina
y regresó a casa,
en silencio
sin que nadie la advirtiera.
Solo quedó entre las sombras
el rastro de sus pasos
y sus húmedas pestañas.

La sombra

 La sombra cubre el oro,
pero no le quita su brillo.

Una sombra cubre otra sombra,
pero no la hace más grande.

La sombra es el único caminante
que no arrastra su sombra.

Hay un hilo de araña desde la columna

 Hay un hilo de araña desde la columna
hasta el pretil de la ventana.
El viento lo agita sin desprenderlo.
Parece temblar de frío,
brilla bajo el sol de la tarde
y se mece sin soltarse de las manos
que lo sujetan.
¿Dónde habrá hecho guarida su dueña y señora
que teje sobre el aire con hilos de plata?
No sé qué tejido es más resistente
si este fino hilo o esta columna de piedra.

Mi gato saborea a distancia su presa

 Mi gato saborea a distancia su presa,
esa paloma que se posa sobre el tejado.
¡Qué lejos está de alcanzar su deseo!
Cómo agita sus dientes por la promesa
y qué ajena la paloma a ese peligro.
De haberlo visto, también engañada,
alzaría el vuelo, huiría veloz
para no caer en sus garras de un zarpazo.
Premio y castigo imposibles,
pues ni alegría fue de una,
ni miedo para la otra.

Qué tristes las palabras que quedaron

 Qué tristes las palabras que quedaron
al fondo del pozo,
donde bebían los gorriones.
Hicieron nidos en sus recovecos
y volaban buscando la luz.
No viene ya el perro a lamer
el cubo de zinc
que reposaba apoyado sobre una piedra.
Barrieron los vientos la cal.
Se llenaron de yerbajos sus alrededores,
su boca se cubrió de ramajes.
No ve el rostro su reflejo,
en su profundidad todo es lodo.

¡Cuánto bebe esta sequía
de los adentros de la tierra!
Ya no puede ofrecer más,
el sol exprimió con cada rayo
cada gota,
abandonada de manos y voces.
¡Qué triste es su mirada!
¡En qué desierto se ha convertido
su territorio!

Tal vez el Dios

 Tal vez el Dios,
desde el inconmensurable infinito,
quedara satisfecho con su creación
precisamente por estar tan distante.
Si agudizara el ojo,
si bajara de su alto trono,
quizá reconociera que su obra
no fue tan buena ni perfecta,
ni era tan intenso el azul de su cielo,
ni su bola de cristal tan brillante y luminosa.

Estaría bien que retomara el pincel,
se fijara muy de cerca en los detalles,
limpiara los rincones sucios,
los defectos que, afinando la vista,
sobresalen del cuadro
que Él admiraba desde la lontananza de su reino.

Uno hereda de sus padres

 Uno hereda de sus padres,
aun no queriendo, esas cosas defectuosas
a las que les unía mucho apego.
Son pertenencias que te incomodan
y escondes en un sótano
o sobre el armario.
Le soplas el polvo como el que se desprende
de lo que no es suyo,
pero dejan su rastro en la palma
de tu mano diestra,
esa que dirige tus pasos
por el mismo camino.

Como este cielo tengo la mente

 Como este cielo tengo la mente,
cubierto de tinieblas que se van
oscureciendo en el ocaso.
Ya sabe el cuerpo de sus cambios,
quizá llueva o quede en simple amenaza.
Volverán sus colores claros,
sus nubes blancas,
la luna llena plasmada
en su lienzo.

No es que tema que rompa
el agua esta negrura
al contrario, será fertilidad
para la tierra.

No sé de dónde vine

 No sé de dónde vine
ni quiénes fueron mis ancestros,
pero dejaron en mi memoria,
guardada en la profunda esencia
de mi ser,
la búsqueda del frío,
el verde valle,
las cumbres nevadas,
el arroyo cristalino,
un infinito cielo azul
de nubes bondadosas
y una casita resguardada
de todo peligro.

Se han impregnado mis retinas

 Se han impregnado mis retinas
de este horizonte
que espero no borre el olvido.
El faldón sur del tejado
de una iglesia gótica con reminiscencias
románicas y árabes.
Todas sus tejas son ocres
y cubiertas de musgo.
Florecillas silvestres se mimetizan
entre sus hendiduras.
El polvo y el viento,
las lluvias y la fuerza del sol
las van oscureciendo poco a poco.
Cada vez su color es más pardo,
aunque brilla su cumbre
con los rayos de la luna
y por las mañanas de invierno
sigue el sol el rastro nacarado
del relente que dejó la noche.

No me canso de mirar este paisaje.
Aunque parezca rutina de días,
siempre me sorprende con otro regalo.
En la madrugada,
bajo el silencio solemne del cosmos,
en la oscuridad salpicada de estrellas,
se dibuja su sacra silueta,
apenas iluminada por tibias farolas
de una calle solitaria.
Parecen hablar sus muros
de secretos de un tiempo eterno.
La torre del campanario es vigía alerta
al abismo del cielo.
Recortada sobre la negrura,
es clandestina alcoba de aves.
Sobrecoge toda su presencia
y, con sus cuatro puntos cardinales,
la vieja cruz de piedra
apunta firme a lo inconmensurable.

En los atardeceres rondan y reposan
por su ondulado camino
mirlos y algún cernícalo.
Alguna paloma se posa
sobre la punta alta de la cruz,
como una esfinge
Se hace parte de su materia pétrea,
forma una única sustancia,
con ese fondo azul profundo.
Hay un palpitar de horas
que transforma la vida cotidiana.
Calla por momentos,
deja de sonar la dulce nana de un zureo
o el rítmico silbido de un mirlo.

* * *

No me cansa mirar este escenario.
A ratos lo abandono y, cuando regreso,
aquella paloma ya marchó
y las demás alzaron el vuelo,
dejaron estas sombras
en busca de otra luz.

Sobre una de las esquinas,
cobijadas en un recodo del alero,
hay dos tejas verdes esmaltadas.
Son las únicas tejas diferentes.
Se muestran desnudas ante mis ojos.
Puede que sea yo la elegida,
pues se oculta a las vecinas ventanas.

Amo este paisaje que abandonaré un día,
llevada en su reflejo por otros cauces.
Perdurará su volátil belleza,
la musicalidad de la vida,
las ritualizadas armonías
de saxofones, pianos y violines,
los acompasados trinos de la naturaleza,
baile de voces, danza de nubes y moscas,
brillo y mística celestial.

Cómo podemos decir
que este horizonte es un cuadro fijo.
Cómo pensar que estas piedras no hablan,
si a cada instante modifica su semblante
y su alma se transforma.
Guarda tanto su memoria,
que a poco que pongas el oído
¡te cuentan tanto!

En este fluir constante,
yo también me modifico,
cambio de fondo y figura.
Yo, que soy transeúnte sobre la nada,
voy vistiéndome con sus distintos ropajes.

En esta noche de hogueras de san Antón

 En esta noche de hogueras de san Antón
brilla una luna que ha comenzado a menguar
sobre una oscuridad iluminada por las llamas.
Se queman las ramas de olivos
tras la cosecha fértil.
Son lenguas que lamen el cielo.
La plaza está concurrida en esta noche fría,
los espacios y los muros reflejan
la luz ardiente del fuego.
Resplandecen los rostros
y flotan las pavesas en el aire.
Se retuercen de dolor
estas almas en este infierno.

Soy quién mira estas nubes

 Soy quién mira estas nubes,
columnas y volutas sujetando este cielo,
tornadas en gris piedra con dorados ribetes.
Me pregunto, ¿tendrán ojos las nubes?
Púrpura bandada que vuela hacia el ocaso.
A través de las ventanas en ellas me recreo.
Acaso aquel que mira cree poseer al otro,
sin embargo, ¿no será que ambos nos miramos?
En este encendido atardecer de invierno
somos todos llamas de un mismo fuego.

Este pasar de años es un fantasma

 Este pasar de años es un fantasma
en un paisaje que parece idéntico
y siempre es diferente.
Cuando hago un alto en el camino,
al mirar el territorio abandonado,
me sorprendo
¡cuánto he recorrido
y qué extraño pensarme!
Dudo si son aquellas mis sombras
que recompongo sobre la figura
del presente.
Se han quedado borradas las líneas
sobre el plano
y solo algunos puntos sobresalen.
Un fantasma no deja huella,
es bruma esparcida por la brisa,
recogida en nubes.

No te engañen los gestos

 No te engañen los gestos
ni la amable sonrisa,
tampoco la palabra atenta
y su cuidado en los detalles
No creas lo que dicen esos
agradables adjetivos,
ni descripciones divergentes,
que son como vientos
venidos de distintos lugares.
Si te confirman las apariencias,
recuerda que de su ser
nada se sabe.
Ella es ave solitaria en su desierto
aunque la rodeen bandadas y oasis.

Como enamorados de un amor

 Como enamorados de un amor
platónico, soñado,
de caricias y besos.
Como locos suicidas
de un amor imposible
que buscan en el infierno
arder de pasión entre sus llamas.
Como horas desesperadas
por avanzar sin agujas
olvidadas por los días.
Como guardar lo más íntimo
tras una puerta sin muesca
donde encajar el pestillo.
Como un sueño que se pinta
con sombras
por la torpeza de su soñador.
Como el dolor que,
por quitarse el luto,
se siente ya libre.
Así va el corazón siempre,
perdido.

DÍA DE REYES

Es un día de recuerdos y de ilusiones ingenuas,
de juguetes, de magia,
de repetir un ritual sagrado.
Creímos perpetuar esos momentos,
ignorábamos que, con cada regalo
y cada sonrisa sincera de inocencia,
encerrábamos el tiempo de cristal,
protegido por nuestras débiles manos.

Abrigábamos en el corazón
la idea de la felicidad eterna,
guardar intacto el brillo de aquellos ojos,
esos que aún hoy pretenden escarbar
dentro de la espesura
cada vez más dura y densa.
Y extraer aunque solo sea un reflejo,
una mala copia, unas indefinidas líneas,
de aquel cuadro con sus miradas llenas de luz,
al pie de un árbol iluminado
que no les hacía sombras,
con aquella urgencia de ver
si la vida sería buena con ellos.
Y de los deseos encendidos
en las llamas del fuego
que su corazón avivaba,
brotaría la felicidad en sus dedos golosos,
aún creyendo en la esperanza
que, con paciencia, cumple
todos nuestros sueños.

Ha amanecido el día nublado

 Ha amanecido el día nublado,
las nubes rozan el suelo
y dejan su beso húmedo.
Ha llovido con ganas toda la noche
y ahora son tan delgadas sus gotas
que, más que caer,
están suspendidas en el aire
como hojas agarradas por un dedo al tallo,
pendiendo de un suspiro para soltarse
y reposar sobre la tierra mojada.

Cuando vuelvo a la casa donde

 Cuando vuelvo a la casa donde
crecieron mis hijos y envejecimos,
veo el jardín descuidado
y las viejas fotografías.
Cuando regreso a ese lugar donde
mis huesos se hicieron roble y después
espiga frágil de trigo,
donde se esconden los rancios recuerdos
y la tristeza tras la sonrisa forzada
de una niña–¿habrá algo más triste?–,
entre grietas de aquellos edificios
de la infancia y la juventud,
vuelvo al lugar donde se hacen
polvo los huesos de nuestros muertos.

A medida que pasan los años

 A medida que pasan los años,
más nos gusta contarnos el ayer.
Sacar del desván de la memoria
aquellos juegos infantiles,
amigos, vivencias, costumbres
de una edad perdida y añorada.
Cuanto más viejos nos hacemos,
qué brillo adquieren las cosas el pasado,
se cubren de un aura mágica,
angelical.
Solo los sueños y los recuerdos
engrandecen las cosas,
idealizan la realidad,
embellecen la vida.
Unos y otros tienen el color
apagado por las sombras de aquel día,
de aquella hora, de aquel lugar,
que nunca existió,
que solo es fantasía de la conciencia.
Porque lo pasado deja un sabor
indefinible y deseado.
El mañana se engaña con la memoria,
inventa y el presente
siempre nos parece insípido,
imperfecto en su medida,
podría ser más salado, más dulce,
más tierno y sabroso.

Viste el rostro de vida

 Viste el rostro de vida,
la mirada llena de luz,
de mejilla a mejilla la sonrisa.
Es ese velo traslúcido,
esa capa de color encendido,
el brillo en el semblante
y el negro cielo cubierto de estrellas
de su iris.
Un corazón palpita
al unísono
con otro corazón.

Somos mar

 Somos mar,
un fondo donde enmudecen los días,
oxidados metales que pierden
el brillo de remotos calendarios.
Devueltos a la orilla vienen los recuerdos
entre nácares, conchas y algas
traídas desde lo más profundo.
Renacen mañanas con tesoros de siglos,
allí donde los peces no tienen sombras.

Las mareas alcanzan siempre la playa,
por el color de sus aguas se sabe
de inviernos y veranos.
Es su ánimo voluble,
manso y calmado espíritu,
iracundo y cruel su carácter.
Sobre la piel se refleja un esplendoroso sol,
lanzas de fuego que atraviesan su carne húmeda.
Lame la piel su brisa
y esculpe de sal las rocas.

Atizado por vientos amables y suaves,
venidos del sur, verdes y turquesas,
fríos y azulados del norte y de poniente.
Del este viene el genuino levante,
impar en sus medidas,
contrario en sus modos.
Sofoca y confunde la razón,
siembra fuego en la arena
y la aventa con rabia hacia el cielo.
Da tregua al bajar la marea
y vuelve al ataque en pleamar.

La luna traza una estela plateada
sobre su manto oscuro
y los rayos del sol se enredan en sus olas
entre hervores de espuma.
Mar infinito de tantos amaneceres y ocasos,
de nostálgica infancia
y melancólicos adioses.
Ya eras verso en esta tierra,
punto señalado en un viejo cuaderno de bitácora
antes de pisar la playa.
Ya se siente su carnal aroma.
Quedaron borradas las huellas
en nuestros olvidos
y guardadas por siempre
en el cofre de su memoria.

La cabeza inclinada sobre la almohada

 La cabeza inclinada sobre la almohada,
una lágrima sale de un ojo,
recorre el corto camino de una colina,
sube la ladera, baja la pendiente
y entra en el otro ojo.
La tristeza regresó a casa.

Al menos, solo decir una cosa

 Al menos, solo decir una cosa
y cerrar la boca al año.
Quizá mejor decir una sola cosa,
gracias, y abrir el corazón al siguiente.
Sobre todo, decir una sola cosa,
ay, me tiembla el cuerpo
con solo pensar cuántas cosas guardarán
las hojas de este árbol
a punto de ser plantado.

Haced de mi muerto

Haced de mi muerto
la perfección de su espíritu,
el perdón de sus pecados.
Recordadlo en sus virtudes,
engrandecedlo.
Dignificadlo, mejorándome.
Alejadlo de aquel humano
y todas sus miserias.



De todas las posibilidades horribles

 De todas las posibilidades horribles,
este cuerpo se levanta entero de su lecho
cada mañana y encuentra
las cosas en su mismo lugar.
Nada que temer pero sabes
que el peligro siempre acecha.
Eres afortunada espectadora
de la crueldad de la vida.
Hoy es un día más,
parecido a cualquier otro.
Qué bien vestirse cómodamente
cada mañana y quitarse
esas prendas cada noche,
descalzarse y meterse en el cálido refugio
sin que el mundo se haya roto
bajo tus pies en un instante.
No debes olvidar nunca la importancia
de este regalo que tan amable
ofrece el universo,
Mientras, le doy educadamente
y de corazón las gracias,
le ruego que sea así por siempre.


Clandestina llegó la noche

 Clandestina llegó la noche,
vestida de terciopelo azul índigo.
Con la magia de una luz artificial
se alumbran las calles
y las siluetas de los muros
se intensifican,
marcan sus líneas sobre el oscuro fondo
cuerpos que llevan sus sombran deambulantes.
Mientras, estáticos, imponentes, altivos
estos edificios vetustos
dan solemnidad a los espacios.
Van quedando vacíos,
solo queda el rumor de una fuente
el rodar de las hojas secas,
el murmullo de ramas,
las voces eternas reverberan inaudibles .
Es su momento, la oscuridad su reino
y sueñan los mortales,
la luz del día les espera.

Acaba un año como se acaba un libro

 Acaba un año como se acaba un libro
y la historia continua
en el tomo siguiente
de la colección que se sabe cómo empieza
y nunca cómo termina.

Acaba un año del mismo modo
que acaba un día y comienza otro,
con sus capítulos y sus personajes.
Pasas las páginas y descubres
qué le sucede al protagonista,
el desarrollo de un relato
frase a frase construido,
sus miedos y angustias,
los sueños y esperanzas,
los logros y fracasos,
las futuras alegrías y sorpresas.
El incierto recorrido
a través de las palabras
sobre el papel se crea el destino,
sus actos y reacciones,
los lugares que transita,
los otros que le rodean,
ausentes en su existir,
imprescindibles en su trayecto.
Se escribe el texto, la situación,
el contexto, los imprevistos
y aquello esperado ocurre o no.

Acaba un año igual que acabó este instante,
avanzó la mañana y ya es la hora vespertina.
Ha cambiado la luz y las sombras reptan
por los tejados antes fulminados por un sol radiante,
ahora se oscurecen y pierden el brillo.
El rostro de ayer, aunque lo parezca,
no será ya el mismo,
a pesar de los muchos detalles acostumbrados.
Un lunar, un edificio, una plaza
con sus mismos árboles y bancos
y nombres similares
cayó una rama, nació una flor,
barrieron las hojas secas,
revolotean palomas bajo una mesa
del bar, comiendo migas recién tiradas.
Hallaremos futuros acontecimientos
perfiles distintos, anónima gente.
La porcelana se ha resquebrajado
y aparecen líneas sobre su superficie.
Se ha modificado un paisaje,
guarda similar aspecto aunque envejecido.
Esta hora ya pasó
el presente ya es recuerdo.

Acaba un año y nada permanece,
vivimos continua víspera y renacer,
finales y nuevos comienzos,
siempre capítulo uno y último.

Aunque parezca el mismo mar

 Aunque parezca el mismo mar
y sean sus aguas a veces,
esmeraldas, a veces, turquesas,
se hundan los pies
en su blanda arena mojada
para ser fugaz huella
borrada por la siguiente ola.

Aunque a los oídos llegue
su mismo eco,
la melodía sagrada y misteriosa
de siglos
y la suave cadencia de murmullos
de conchas y guijarros
arrastrados a la orilla.

Aunque sienta la piel las caricias
de sus manos sedosas,
nos rodee de bautismo y mortaja,
ofrezca la sal de vida,
olvidada en nuestros labios
y recorra todo el cuerpo
su carnal aroma
con la locura y pasión
de un viento de solano.

Aunque descubra sobre su horizonte
la belleza efímera
de sus amaneceres y ocasos,
dibuje un infinito alcanzable
y el arcano de un impenetrable abismo.

Aunque hoy esta dama solitaria y brava
de mirada fría invernal
entrega todos sus dones siempre renovados
en el fuego de sus entrañas,
se funden todos los ayeres y mañanas.

Ante los ojos que buscan con impaciencia
la memoria de un tiempo eterno,
recibe estas  perlas de brillante nácar,
recuerdos de juegos y risas infantiles.