Lleva pegada la pereza,
arrastrada por los pies,
apenas levanta la mirada,
caen los párpados por su peso.
Quiere la voz alcanzar la boca
y se hace silencio indolente.
La pereza entró sin llamar
fue dejando recados en el aire.
Cesó la música de la brisa,
barrió las ganas la tempestad del viento,
llevados los aromas de las flores,
se cubrieron de oscuridad los días.
La puerta perdió la llave,
en la casa encontró acomodo,
con la rutina rodaron las horas
y un reloj sin prisas
dividió en partes iguales la nada.
A esta pereza le crecen
capas como a la cebolla,
echa raíces y pudre los brotes.
Grita la angustia del náufrago
pero finge la espera.
La pereza no sueña, no cree,
crece como una ola
en su océano con mar de fondo.
Lleva pegada la pereza
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