Cuatro amapolas asoman
escuálidas y desvaídas
entre los adoquines,
y en la yerba silvestre
margaritas amarillas y negras
han desaparecido.
Este mundo ya es otro.
Y yo no sé quién soy,
si aquella de la que hablan
las partículas del aire que,
como risas de niñas traviesas
comentan vergonzosas un secreto,
la triste figura de un reflejo deforme.
O esta otra imagen que,
a través de las presentes huellas,
dilucido alguien que pudo ser
y sin embargo, es precisamente
por no haber sido.
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