Gracias por devolver la calma
a este corazón ansioso.
Gracias porque me regalas el abrazo
de este bello paisaje,
solemne como un templo.
Gracias por este rítmico
repiqueo de gotas caídas del tejado
sobre la chapa de un coche,
suenan como el ea, ea de una nana.
Gracias por este sol brillante,
derrite la escarcha su fuego
que la noche dejó sobre las tejas
y era esta mañana un manto de nácar.
Gracias por esta nube oscura
que irrumpe con orgullo en el cielo,
enorme sombra que el viento arroja,
después de soltar su carga de delicado granizo,
que breve depositó sobre la tierra
convertido en agua mansa.
Gracias por la magia que a mis ojos ofreciste
desde el este al oeste en este día.
Entre claroscuros la luz hiciste siempre presente
en un horizonte de velos y desvelos.
Tus manos fueron generosas,
brotaban de ellas las horas serenas
hasta este ocaso silencioso.
Siente este corazón convaleciente
el alivio de la espina sacada,
ha dejado su escozor pero ya no duele.
Gracias por el bálsamo de tu aliento
que en el aire me trajiste.
Gracias porque secaste las lágrimas
con la sonrisa dulce de este ahora.
Gracias por devolver la calma
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