Ayer tenía un dolor templado
como una dulce melancolía,
esa que barrunta la playa solitaria
del fin de un verano.
Hoy se agitan vientos
que levanta la fina arena
y se clavan en nuestra piel
hasta hacernos sangre.
Mañana, quizá, llegue el consuelo.
Por si acaso, sacaré el abrigo
del armario.
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