Rompí la amistad con la esperanza

Rompí la amistad con la esperanza.
Noté comportamientos dudosos,
me sentí traicionada por sus promesas,
faltaba casi siempre a nuestra cita.
Veía argucias en sus propósitos,
sospeché de sus palabras persuasivas,
intentos para convencerme
de sus argumentos.

Un día descubrí su secreto
la razón de su extraña conducta,
comprendí sus motivos.
Con el tiempo descarté
cualquier malicia,
simplemente se trataba
de un descuadre entre mis deseos
y los suyos,
mi exigencia y su paciencia.
Fui yo la equivocada,
la amiga movida por interés
mientras ella, sincera y transparente,
pura nobleza, se mostró sin engaños.
En realidad nunca puso horario
ni fecha,
siempre me alentaba a continuar
en mis sueños.
Claro reflejo su nombre,
oscura era mi confianza.

Sin necesidad de exigir perdón
por ninguna parte
fue cuestión de aceptar el estilo
de nuestra amistad,
entender su peculiar carácter.
Imponer mi reloj a su agenda,
pedirle a la espera rapidez
era un despropósito.
Estúpido creer que seguíamos
un mismo ritmo
que caminábamos por igual tramo,
cuando ella tiene su propio compás
ajeno a mi desasosiego.
No olvidar que sus días
no tienen semanas,
que sus meses, no tienen años.
Esperanza es espera,
aunque sea una redundancia.

Ella es lejanía, horizonte, futuro,
distante queda la meta.
Llegar a un punto concreto
no es lo suyo, entonces no sería
esperanza sino hecho y objetivo.
¿Cumple la espera con llegar
a su hora?
Quizá para ella no existe ningún límite,
ni siquiera la muerte.
¡Cuántas cosas llegaron después de ella!
Claro que ese paquete
llegó con retraso
y quién sabe si en otro mundo
lo entregara.

Todo es un absurdo en esta vida,
locos nuestros conceptos cerrados.
Imaginemos la muerte
como otro cosmos
de transformadas partículas
fluyendo sin las leyes físicas
de este mundo.
Tal vez, eso que sentimos
tiempo infinito
no esté al lado,
sino dentro de nosotros
y la esperanza es tan solo,
la amiga invisible para este juego.

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