Hay palabras antilíricas,
demasiado pragmáticas,
fría biología conceptual.
Cerebro frente a corazón,
la densa tipología
de una ciencia fisiológica.
Órganos funcionales
son entrañas dolorosas.
Expresión banal,
frases automatizadas,
cotidianas y prosaicas.
Barrer, limpiar, fabricar, desechar,
verbos que son acciones
de una servidumbre rutinaria
que rompen el ritmo de la poética.
Si vamos al cuarto de baño,
qué le importan al verso
nuestras necesidades primarias,
animalidad transformada.
Vomitamos palabras,
soltamos la podredumbre,
limpiamos el polvo de nuestra piel,
fabricamos templada lluvia,
que acaricia el cuerpo
y sus lugares recónditos.
Antilíricas, vestidas
con el primitivo ramaje,
ocultas y clandestinas
entre diccionarios,
aparecen por sorpresa
rompiendo el hechizo.
Ante el fulgurante destello
la mirada queda absorta
por su rotunda desnudez,
por eso, la cubrimos de sedas
y terciopelos,
de brillos y lentejuelas
de calidez y ternura
de locura y rima.
Un océano salado,
habitado de infinitas especies
y la creación busca
sirenas y ninfas,
aliento en sus mareas,
espejo de un cielo,
abismos de nuestra conciencia.
Rotundas palabras
hechas
rumor melodioso.
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