En esos días de lluvia,
cuando el sol se oculta
tras el telón opaco
de las nubes
y las olas bravas
rugen fieras al unísono
en acordes atroces
con los truenos,
la playa es un corazón desierto,
habitado sólo por atrevidas
gaviotas que luchan
sobre la espuma del oleaje
por el necesario alimento.
La arena,
reflejo de ese espejo oscuro,
abandona sus destellos dorados.
Unos ojos tristes
tras los cristales
advierten sobre el horizonte
algún rayo de sol
o fue quizá un relámpago fugaz.
Qué hermoso espectáculo
cuando el gran astro,
héroe en este combate,
vence con sus brazos de fuego
el denso muro de oscuridad.
Sangre malva y roja
vierten las llagas abiertas
de las ultrajadas nubes
que el viento arrastra
deshonradas al exilio
a llorar sus penas.
La gloriosa luz se impone,
es belleza cruel la vida,
bien y mal compiten,
mas la luz del amor
se perfila siempre
entre las sombras.
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