A nuestra querida gata

(A nuestra querida gata,

lloramos tu ausencia.

Te vimos nacer,

estar alerta a nuestros pasos,

hablarnos con tus maullidos.

Envidiábamos tu plácido dormir.

Hoy ya te cubre la tierra,

sé feliz en tu cielo.)


Llamaste a mi puerta, muerte,
y no tuve fuerzas para cerrarte.
Mi mano empujaba
pero era blanda arena.

Augurios de ausencia
anunció la mañana.
Mala cara tiene la muerte
que oscurece el día soleado,
triste es su espectáculo,
fea su rigidez,
ya fuera en el esparcido plumaje
de aquel pequeño gorrión,
juguete y presa de tu avidez felina,
como esta pétrea máscara
de gélido aliento
en tu perfil dormido.

Unas garras de caucho,
también cruel depredador,
te alcanzaron.
Ahora eres tú la ofrenda en sacrificio.
Firme fue su zarpazo mortal
que arrebató de un golpe tu vida
y dejó tu inerte cuerpo
sobre el asfalto abandonado.
Charco de tu sangre caliente
donde se reflejó su rostro
sin ojos.
Te cortó de cuajo
los siete hilos
que unían cielo y tierra,
de tu paso por este mundo.

Pequeña compañera de descanso,
volvías siempre de tu recreo
al amparo del refugio.
Fiel a tu esencia,
te llevó la suerte
a esta final aventura.

Nena, ha llegado la hora
de volver de tus paseos.
Hoy, aún cálida,
ha llegado tu carne
que ya se enfría bajo tierra.
Regresaste, sí,
a reposar eternamente
en el patio de casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario