sobre la camilla,
no ser cuerpo objetivado,
dividida materia formada
de piel, huesos y vísceras
cabeza, tronco y extremidades.
No acepto el cuidado
sin aprecio al pudor,
ni admito el lenguaje obtuso,
la charla sobre ti
sin esperar respuesta.
No soy un oyente ausente,
dejad vuestros chascarrillos
para la hora del café.
No actuéis como si yo
no estuviera presente.
No soporto los ruidos infernales
de los múltiples aparatos,
el aséptico instrumental sádico.
El íntimo sístole y diástole
de mi corazón asustado.
El miedo, la vergüenza,
el cuerpo expuesto
a miradas de extraños.
Eres un diagnóstico,
un cúmulo de síntomas,
una piltrafa
bajo un potente foco,
desnudo, helado,
tapado a medias por una sábana,
sin poder cubrirte hasta la cabeza
con una manta.
y gritarles a todos: ¡fuera!
Este que yace bajo vuestras
manos
soy yo, una persona,
un ser que piensa y siente
una identidad compleja.
La vergüenza, el miedo
la vulnerabilidad
frente a unos ojos que escudriñan
tus más íntimos recovecos,
frágil, desvalido.
El dolor te hace bestia.
Devolvedme la salud
sin convertirme en indefenso ser
a expensas del frío metal
de monstruosos artefactos,
lejos de los seres queridos,
rodeado de gente
que va y viene.
Una palabra amable,
una pregunta personal.
No soy un infante, un ser débil.
ni un sujeto de estudio,
no soy, ¡estoy! enfermo.
Me llamo tal,
tengo tantos años,
vivo en tal calle de un lugar
en el mapa,
este es mi número de teléfono,
no bebo ni fumo.
Pero soy mucho más que todo eso,
tengo lleno el cajón de la memoria
una vida de sufrimientos y gozo
como cualquiera.
Agradezco vuestra cura,
vuestra labor encomiable,
pero yo no soy un historial médico,
soy un ser humano.
El cúmulo de la narrativa
de una existencia
cubre mi cuerpo desnudo.
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