Quién cuidará nuestros muertos

¿Quién cuidará nuestros muertos
cuando estemos muertos?

¡Qué manía humana
guardar en nichos
cuerpos corruptos!
No está el ser querido allí,
solo carne y sangre congelada,
alimento para insectos,
huesos roídos.
El fuego, destructor y creador
de vida,
siembra semillas sobre la tierra,
túmulo de cadáveres
y cuna para nacidos.
Vinimos para ser reducidos
a polvo.
Entregados al fuego ir al aire,
a la tierra, al mar.
Queremos retener el cuerpo,
no dejar que se escape
su sustancia,
atmósfera pura que lo encierre.

Nos consuela llevarle flores
a una tumba muda,
a la fría lápida con una foto ajada,
corroídas por gusanos,
picoteados por pájaros
sus pétalos secos.
Lustroso mármol comido por el sol,
diluida memoria por el viento.
Como orillas del río
están talladas en la piedra unas fechas,
condensado tiempo hueco
que tanto llenaron los años.
Tal vez escrita haya una oración,
el epitafio póstumo,
la metáfora de un verso.

Olvidamos que es la esencia
lo que permanece
de ese ser intangible
y a la vez más sentido,
retenido en el recuerdo.

Somos para los otros
su memoria
y ellos existen en la nuestra.
Fugaz es nuestra vida
y se resiste al olvido.
Hay vidas cortas
y muy vivos muertos,
hay vidas que estuvieron
abocadas al abandono,
una anónima existencia,
una ignorada muerte.
Hay vidas tan tristes
que ni siquiera
llegaron a ser olvido,

Vidas son todas,
muerte son muchas
polvo de eternidad,
el mundo.

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