Cabalga la soledad las horas

Cabalga la soledad las horas
por los recónditos senderos
de un jardín privado.
Beben los días de una fuente
con plato de piedra,
pila bautismal de una parida ilusión.
Bendecida agua, borboteo
de blanca luz,
sus gotas de plata
llueven sobre primaverales rosas
de aterciopelados pétalos.

Apoyada la cabeza en la columna
de lo eterno,
descansa perezosa la paciencia.
Reposa su cuerpo lánguido,
derramado sobre la forjada herrumbre
del gastado banco.
Un contenido aire se abre hacia
un cielo azul,
se oyen el aletear y el gorjeo
de pájaros
al ritmo del fluir de la fuente.
Llenan el flexible espacio del alma
los aromas silvestres y domésticos.

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