Y al día siguiente...


siempre la vida se impone.
Echando mano del tiempo,
recorrerá el peregrinaje
de los días
mezclando risas y llantos.
Nos sorprenderá
el olvido del dolor
y al instante,
como sintiendo el cuerpo
un rechazo,
regresará el reflejo de su negrura,
empañará el cristal transparente
su vaho hediondo
y turbios los ojos dejarán de ver
los bellos colores del paisaje.

Así, lentas como los minutos
en la agonía,
avanzarán las horas
de nuestro reloj
que tira de la vida y sus segundos.

Nunca estaremos exentos
del sufrimiento.
Ansiamos,
no el equilibrio en la balanza,
sino de los dos platos
llenar solo uno con lo bueno.

Deseamos el control
de los pasos,
calcular errores al milímetro,
para tenernos que conformar
con mirar hacia el porvenir
a grueso cálculo
sobre distancias kilométricas.
Mientras,
cometemos la torpeza
de ignorar el próximo centímetro.

Esta es la vida
y nuestro conocer
no servirá para ajeno remedio
sino que cada uno llegará
por sus senderos particulares
a descubrir este manifiesto secreto.
Vamos llevados por los pies
con los ojos cerrados.

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