Traen tus mañanas
el dulce descanso,
la promesa fresca,
el pan caliente.
Fluyen ligeras
las primeras horas del día.
Vienen tus tardes
con un sol de ocaso,
la tristeza se ciñe a mi pecho,
suena una canción
siempre melancólica.
Se acaba el domingo,
viene una nueva semana
y gira a mayor velocidad
el calendario.
Es la rápida convalecencia
de una enfermedad breve
pues restablece pronto
el ritmo de la monotonía.
Volverá a coger el paso
el cansancio del amanecer,
dejarán los bostezos
sobre la cama,
cogeremos las prendas
de trabajo
y arrancaremos a la pereza
un poco de voluntad
para continuar el trayecto.
Tardes de domingo,
sabe tu café a rancio
y son menos dulces
los bocados últimos.
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