Eres Muerte, sorda

                                                       A Coti, in memoriam
 

Eres Muerte, sorda,
ante nuestras súplicas,
no sientes empatía por nadie,
haces huella indeleble
en la consciencia,
marcando desde el origen
nuestros pasos.
Abandonas a la desolación
a una madre sin su hijo,
a unas hijas sin su madre.
Cuánto le quitas a una de tiempo,
cuánto más les restas a las huérfanas
del alimento de su amor.

Nos dejas siempre en deuda
con el frío cadáver.
Muerte, ante Dios testifico
que exonero de todo débito
a cualquier cuenta ajena.

Muerte que no vienes,
permaneces,
rondas nuestras casas,
pisas nuestras sombras,
te sientas en el pretil
de la ventana abierta
y saltas como gorrión
entre las ramas.

Hoy, Muerte, te has venido
vecina a mi casa.
Mis ojos negaron tu nombre,
confundidas las palabras
con los ecos alegres
de los buenos días.
Quizá mi consciencia te temía ya
y rehuyó la mirada de tu presencia.

Eres cercana y a la vez
tan desconocida,
tu rostro siempre
nos resulta extraño.
Muerte, que arrancas
no sólo la vida
sino la paz de los que quedan.
Muerte, te acepto,
mas no puedo perdonarte
el dolor que ocasionas
a los vivos.

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