Compañera del alma (II)


Cumplidora fiel, no faltará a la cita.
Nunca engaña, sólo
que acostumbra
a no avisar de su llegada.
No hace reserva de día ni hora
en nuestra agenda,
aunque la suya la cumple
al milímetro.
Lleva bien el registro
de la fecha de su visita
y jamás protesta
por tener demasiado trabajo.

Debemos reconocer el detalle
que nos concede
cuando nos envía una discreta nota,
incluso, en ocasiones, hasta a gritos
que nos advierten de estar preparados,
tener todo en regla
atar los hilos esenciales
que configuren la malla
de una existencia valiente.
Mas incautos de natural condición,
hacemos oídos sordos.
Sincera, nos viene a decir
que no bajemos la guardia
pues puede llegar en breve,
de sorpresa.
Podemos pensar que es de mala
educación,
sin previo anuncio presentarse,
mas sabiendo que no falla
en su deber,
es error nuestro no estar prevenidos.
Adecentar la casa,
aprovisionar la despensa
darle un buen recibimiento,
coger de la bodega el vino mejor
y brindar como buenos amigos.
Es nuestra sombra compañera,
tan cercana que nunca se separa,
tan devota que hasta la eternidad
nos sigue.

Hizo pronto sus presentaciones
sociales,
en cuanto tuvimos uso de razón
fue anfitriona para nuestro disgusto,
¿por qué nos sorprendemos
de su presencia,
acaso no fuimos conocedores
de su compañía desde muy pequeños?
Descubierto el cruel destino,
provocó no pocos traumas
y pesadillas en nuestra infancia
a pesar de recurrir al dulce engaño
y camuflar la realidad
con cuentos.
De mayores, otro paraíso
inventamos,
aunque no podemos evitar
hacer vigilia en la noche
con ella sentada a los pies de la cama
desvelando nuestro descanso.
Motivo de nuestros primeros miedos,
tememos nos arrebate
lo amado,
quedarnos con ese vacío,
que no bastarán recuerdos.
Se lleva lo más grato,
deja su legado en nuestra frágil memoria,
y las manos huecas
del cuerpo ausente.
Rompe el tranquilo tránsito,
se tambalea nuestra base,
debilita la firmeza de su estructura
y su gélido aliento
con facilidad nos tumba y descompone.

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