Está saturado el aire
del territorio de nuestra mente
entre el caos de esta realidad,
perversa, demencial.
Demasiados ruidos y voces,
un griterío que tapa
la palabra quieta,
el sosegado hablar,
los pensamientos fértiles,
el oído atento al otro.
Acallar ese ombligo
egocéntrico, que clama
insistente su alimento.
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