No sospechaste


No sospechaste que, tras el verano,
en otro otoño, el viento
arrastraría de nuevo la hojarasca
caída.
Creíste en una primavera estable,
en su generosa exuberancia,
la esperanza latente
en su apasionado corazón.
Pero llovieron inviernos
y encharcaron las calles,
lloraron los ojos de las ventanas
y sobre el frío cristal
dejaron el sucio rastro de rímel
del acumulado polvo.
Repicaron las campanas
de un viejo reloj
estrenados amaneceres,
sin embargo, se levantaron
sus rostros,
con marcadas ojeras
y, sobre la frente del horizonte,
se divisaban profundas arrugas.
No sospechaste, a pesar
de que los ecos lo repetían
y seguías componiendo ritmos
de ilusiones,
rimas acompasadas.
Diseñaste paisajes,
promesas con fechas inscritas
en un calendario lleno de hojas,
de un árbol estéril,
que, al caer, no dejó
una alfombra mullida
sino el melancólico escenario
de una desierta estación.
Aún hay un banco
en algún parque
que espera tu compañía.

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