Este doloroso sentimiento


Este doloroso sentimiento
inunda mi ánimo
con un aguacero súbito.
Un malestar profundo
carga sobre mis hombros
la tristeza de un exilio.
Sin recuerdos, busco
en la memoria,
entre su olvido apretado,
el lugar del que procedo
y ninguna señal me orienta,
sembrando tinieblas en mi espíritu.
A veces, la nostalgia
me invade,
sueño con desdibujadas sombras,
su vacío se llena de pesadumbre.
No hallo consuelo
en mi lamento callado.
¿Dónde está la estrella
que me guíe?

Nacimos con un marcado
destino,
deben existir
caminos diferentes.
Malogran el mío
aquellos deseos
que no serán,
para mi boca,
sus frutos.

Llevo del trayecto andado
más que lo me acerca
al fin de esta vida.
Nunca anticipamos
qué nos aguarda
en este sendero emprendido.
Nos alienta una ilusa esperanza
para calmar aquello
que nuestro ser ansía.
Tal vez en un recodo,
divisemos el hogar
del que partimos
un día sin fecha,
cuando nuestros pies
aún eran
aletas en un ignoto útero
y los dientes
no llenaban nuestra boca,
ni de la garganta salían
balbuceos.

Cuando se alcanza la meta,
¿reconocerá el alma
que ha llegado a su centro
o somos ciego que toca
la fruta madura
y, confundido,
la desprecia sin saborearla?
Dame al menos,
si no la clarividencia
que está destinada a los dioses,
la paz y gozo de lo recogido
en este tránsito.

Debo cuidar de lo guardado
en el hatillo,
como si fuera el manjar
más delicioso,
no sea que por obstinar
mi mirada en el horizonte,
tropiece y pierda
por la ladera,
este tesoro conquistado.

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