Estos hilos de lluvia
son barrotes de mi cárcel.
Encierran tras el cristal
la soledad y su silencio.
Fuera, se apaga el mundo
lentamente
y la carne triunfa cada mañana.
Los ojos cansados de rutinas
esperan su descanso,
mientras, al amanecer,
despierta la fe engañada
con los alegres trinos
de estos mirlos negros.
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