Cuando el campo estaba florido,
eran verdes los prados,
frondosos los bosques
y en las cumbres de las montañas
reverberaba la luz de un grandioso sol
¡qué hermoso horizonte se prometía!
El paso firme,
siempre puesta la vista al frente
persiguiendo la meta de aquel paisaje.
Y llevado por la urgencia avanzar
sin descanso hasta no alcanzar su paraíso.
Nunca llegaban las manos a rozar aquel territorio
que parecía cada vez más lejano y turbio.
Qué triste evidencia abrir puertas,
traspasar fronteras,
pisar su orilla,
y encontrar en su lecho tanto abandono.
Apagado el oro de un sol,
la tierra árida,
sin color ni brillo,
sin verde prado,
sin nieve blanca,
solo un bosque de cenizas
y un campo de flores secas.
Cuando el campo estaba florido
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