La fuente asiste al bullicio de gente

 La fuente asiste al bullicio de gente.
Hay un ambiente festivo,
rugido que cubre el rumor del agua.
Sus borbotones caen movidos
por el viento de la noche
y expande su melena transparente
salpicando los rostros que se asoman
para oírla de cerca.

En el campo se multiplican aromas

 En el campo se multiplican aromas
de flores y frutos,
de retama y yerbas silvestres,
a tierra, a despertar sangre.
Por las calles, la ciudad se perfuma
de falsa rosa y almizcle,
café caliente, melazas de pastelerías,
recalentada fritura,
gases de motores,
tímida fragancia de alguna flor
recién brotada de ramas mustias.
Apenas la esparció el aire,
se perdió pegada en una mano
donde murió atrapada.
Huele a humo el alquitrán triturado
por el continuo roce del caucho
de las ruedas.
A urgencia y cansancio las aceras
machacadas de pisadas.
Por los ventanales de los altos edificios
salen hedores de burocracia.
Y muy apartados de ese trajín,
formando una sólida masa,
barriadas como colmenas
rondan en sus entresijos
olores a guisos y pucheros
que saborean bocas vacías.
En el campo una eternidad,
vida y muerte cíclica.
En la ciudad muerte
que persigue eterna vida.

Vuelvo a estos muros, líquida muralla

 Vuelvo a estos muros, líquida muralla
que traspaso para entregarme
al mundo agitado.
Con corteza recia de pino,
visto hoy estos álamos de piel
blanca y suave.