Benditos aquellos que gozan
de la vida
y olvidan entre la charanga
de fondo
la muerte que a su lado se cobija.
Benditas sus voces callejeras,
sus risas amplias, el abrazo cálido
del rumor alegre que les acompaña.
Benditos sean por siempre
sus corazones que al compás
de los días palpitan
y no ven la oscuridad
entre tantos colores.
Ay, de estos que, una vez
caen las sombras sobre sus espaldas,
esperan el ocaso que se acerca.
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