El tiempo juega con la memoria
al escondite.
Los recuerdos surgen de la nebulosa
de los pasos hoy ausentes
que siembran un camino de huellas.
Unas las borró la leve brisa,
otras hicieron profundos surcos
sobre la arena de la playa
como sombra que nos sigue
con su alargada silueta
girada hacia el horizonte.
A algunos les cogemos tanto cariño,
que nos visitan de vez en cuando
como parientes que vuelven a la casa familiar.
Nuestros días avanzan
y daba comienzo el viaje
con una pequeña maleta
que, después de pasar
por muchas estaciones,
acabará desordenada y vieja.
Nuestros días avanzan
bañados en algo tan íntimo
como el aire que nos envuelve
y penetra.
Aquel que llenó nuestra boca
ya no es, pero exhala el aliento
de su evocación.
Mientras tanto asumimos
el guion que representamos,
bajo la máscara hay un rostro
que cuesta reconocer
por el maquillaje que nos disfraza.
La vida se escribe a ciegas
sobre espacios en blanco,
con signos que no obedecen
a líneas ni cuadrículas.
El tiempo juega con la memoria
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