Volaban por el mismo cielo azul
de entonces,
los demonios.
Aquellos frescos perfumes
de las flores
eran ahora rancios.
Los colores perdieron su brillo,
piel mate su apariencia.
La caricia de la brisa recorría
la sangre
como un escalofrío
de duda y desconfianza.
Quién cambió el decorado,
qué velo cubre nuestro rostro,
qué luz ilumina el escenario,
qué foco mortecino
deja una nube de polvo
sobre las cosas.
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