Dejo pasar los días
sin marcar fechas.
Olvido arrancar las hojas
y pasan los meses
hasta llegar la noche
que se levanta al alba
en el primer amanecer
de otro año con las mismas semanas,
sus estaciones, sus sobresaltos.
Aunque ni un segundo se guarde,
debes pisar su línea infinita
haciendo equilibrios
por mantenerte.
Dejo que el aire que me rodea
decida hacia donde llevarme.
Doy pasos sin voluntad,
otros son dominio de mis razones.
Me habitan los espacios
y me retiene el polvo
acumulado en los vacíos
como una pegajosa sustancia.
Mota a mota se unen
como los minutos a las horas.
Soy un animal solitario,
me lamo mis heridas,
me espulgo con la pata.
Recibí en el lomo
la coz de un asustado tiempo,
ciego, sordo y sin razón.
El golpe me espabila
y me hace tomar conciencia.
Abro los ojos tanto
como me permiten mis órbitas
y por más que veo,
más suspiro
por hacer el muerto
sobre las olas.
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