Se perdió la voz.
Entre las espinas
de un cactus clavado
quedó el ay.
La soledad entre las sombras
de otros cuerpos,
las miradas de otros rostros,
la vergüenza y el dolor.
Recordó el corto camino
a casa conteniendo
las lágrimas.
Era su suerte
la trampa de la vida.
Qué frágil víctima,
cuánto abandono
en tan pequeño cuerpo.
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